Rompí el hielo hablando de la primera vez que el boxeo fue deporte olímpico (1904), también pude hablar de nuestro primer medallista olímpico en un ring de boxeo (Enrique Rodríguez Cal), hoy desperté con ganas de dedicarles un pequeño artículo a los pioneros. Los primeros boxeadores españoles en representarnos en unos Juegos Olímpicos.
Recientemente, se han cumplido 100 años de ese momento, y de forma curiosa, también fue en París, donde se están celebrando los actuales.
Creo que en muchas ocasiones se olvidan las raíces, pero no se olvidan por menosprecio, ni por una falta de respeto, se olvidan, sin más. El tiempo te atropella, y en caso del deporte es más que evidente, todos los años hay metas y pronto borramos lo hecho ayer.
En 1924, la delegación española contó con 111 deportistas, de los cuales, siete eran boxeadores. La sexta modalidad con más deportistas españoles fue el boxeo.
Emilio Bautista. Ruperto Biete. Luis Bru. Juan Pastor Catalán. Antonio Sánchez. Vicente Valdero. Llorenç Vitrià Barrera.
Ruperto Biete en el peso mosca (51 kg) y Antonio Sánchez en el peso gallo (54 kg) consiguieron ganar al menos un combate, y aunque en esa época no existía el llamado «diploma olímpico», de haber existido, Ruperto y Antonio lo hubiesen conseguido.
Mención especial a Llorenç Vitrià Barrera, púgil barcelonés nacido el 2 de febrero de 1908. Con tan solo 16 años fue seleccionado para ir a los Juegos Olímpicos con España y en la categoría del peso mosca. Fue eliminado en primera ronda ante Jock McGregor, pese a las quejas de los allí presentes en el Vélodrome d’Hiver, de París.
Tan solo un año después, Llorenç debutó en el boxeo de pago. Fue campeón de Cataluña, además de disputar más de 70 combates, su record fue de 45 victorias, 21 derrotas y 9 nulos. Se enfrentó a lo mejor de España y de Europa, tal es así, el 20 de diciembre de 1932, en el Teatro Olympia de Barcelona, su rival en el ensogado fue Baltasar Sangchili -primer boxeador español en ser campeón mundial- con victoria a los puntos para nuestro protagonista, Llorenç Vitrià . Se retiró en el año 1936, coincidiendo con el comienzo de la guerra civil española.
En 1939, y como tuvieron que hacer muchos republicanos españoles, se exilió a Francia, debido al avance de las tropas del bando nacional o bando sublevado. Ingresó en un campo de refugiados en el que las condiciones eran inhumanas, un sitio conocido como «Combe-aux-loups», aunque siete meses después los enviaron a “Les Alliers” en Angoulême, debido a la necesidad de los franceses de recuperar sus instalaciones del campo militar ante la cercanía de la Segunda Guerra Mundial.
En junio de 1940, los alemanes derrotaron a la armada francesa y se firma un armisticio tras el cual Francia colaborará con Alemania. Muy poco tiempo después, los alemanes se llevaron en el llamado «Convoy de los 927» a todas las personas que vivían en ese campo de refugiados de «Les Alliers». El 24 de agosto de 1940, ese tren llegó a destino, la estación de un pueblo llamado Mauthausen. Ahora lo conocemos de sobra, pero antes no sabían a que atenerse al llegar ahí. Los hombres se quedaron en Mauthausen, pero las mujeres y los niños menores de 14 prosiguieron el viaje, pero en este caso, un viaje de vuelta para ser entregados a la policía franquista. Las escenas de tristeza e impotencia al separarse las familias se fueron sucediendo hasta que el tren partió. Está siendo duro escribir esto, la verdad.
Las condiciones extremas del campo de concentración de Mauthausen las dejo a la libre investigación del lector, pero os las podéis imaginar, después de tanto material que se ha publicado sobre ello. Para hacer sitio en dicho campo de concentración para la llegada de más presos, Llorenç es enviado al campo de Gusen, situado a unos 5 kilómetros. Se habla de que Gusen, era aún más duro, de dicho campo salieron muy pocos con vida. Dichos terrenos estaban cercados por alambradas electrificadas de tres metros de altura. Aquí llega el injusto final para Llorenç. El 18 de junio de 1941, a sus 33 años, se lanzó hacia la valla electrificada, acabando así con el calvario perpetrado por auténticos monstruos, como eran los nazis.
Final triste para una persona que entró en la historia del boxeo español, para jamás salir de ella.