Ya eran las 10 de la mañana, un domingo especial se avecinaba. Sólo faltaba ver a Jairo saltar al ring y disfrutar de una gran mañana de boxeo. Un aficionado al boxeo en España tiene pocas citas de este tipo. Es imposible no vivirlo con una gran emoción. Entiendo que si eres mexicano estás más que acostumbrado a ver a un compatriota disputar un campeonato del mundo. Nosotros no, y no lo digo victimizando mi pasión y la de muchos, lo digo porque es la realidad.
Jairo Noriega ante Shokichi Iwata por el campeonato mundial del peso minimosca (48,900 kg) de la WBO. El Ariake Arena de Tokyo, el lugar. El título lo dejó vacante Jonathan «Bomba» González, que había sido el único boxeador en manchar el historial de Iwata.
Nueve minutos de acción pueden dar para mucho y ahora sabréis el porqué. Jairo estaba ante el combate más importante de su vida y era muy consciente de ello. No se dejó amilanar por el japonés, que mostraba un físico y un poder bastante notable. Yo le veía muy grandote. Jorge Lera y Gonzalo Rodríguez, a los comentarios en la televisión, también se les notaba emocionados en cada lance, en cada acción peligrosa, los comentarios desprendían la pasión del directo, del no saber qué va a pasar en el siguiente instante. Qué bonito es el boxeo y cómo saben hacerlo brillar ambos comentaristas.
Jairo estaba boxeando muy bien, bastante vivo, no dejaba de moverse y de quitarse las manos rectas de su rival. Cuando veía que el japonés se crecía, Jairo apretaba y sacaba su izquierda a relucir. A pesar de la emoción del momento, recuerdo que los dos primeros asaltos los vi del español.
De los famosos nueve minutos que hablaba antes, ya quedaban solo tres. Iwata empezó a lanzar golpes con peligro y se notaba en el rostro de Jairo, el japonés hacía daño, había que seguir trabajando muy duro cada minuto para llevarse el título, no valía ningún despiste. Iwata conectó un uppercut a la mandíbula de Jairo, un golpe preciso y bastante vistoso que movió al español y le hizo perder la cara, en ese momento, Jairo le daba la espalda a su rival, accidentalmente, pero Iwata aprovechó para propinar el llamado «golpe de conejo», un golpe en la nunca totalmente prohibido y peligroso que hizo que el español besara la lona del Ariake Arena de Tokyo. Totalmente aturdido y escuchando una cuenta de protección totalmente ilógica, -ya que el árbitro, debió parar las acciones y llamar la atención al japonés- el español con una gran raza y coraje decidió que lo más apropiado era contestar a las hondonadas de Iwata, con su misma medicina, el problema era que Jairo no estaba nada bien y entrar en una guerra tan diezmado, es un suicidio.
El japonés conectó un crochet de izquierda letal, en el último segundo del tercer episodio. La campana sonó en el mismo preciso momento en que Jairo tocaba por segunda vez la lona. El árbitro decretó que el español no podía seguir, al verlo totalmente noqueado, Jairo estaba fuera de combate y los médicos procedieron al chequeo preceptivo en estos casos. Iwata celebraba su victoria ante sus aficionados. Nueve minutos de campeonato mundial. Los aficionados españoles hemos podido disfrutar y sufrir durante nueve minutos, viendo a un paisano disputando el mayor logro que se puede ganar en este deporte. Nueve minutos dan para mucho, y tanto.