Anoche, en Birmingham, tuvo lugar una velada organizada por Matchroom Boxing y estelarizada por el oro olímpico en Tokyo, Galal Yafai.
Galal viene de una saga de campeones. Sus hermanos Kal Yafai (excampeón mundial supermosca) y Gamal Yafai (excampeón de Europa del supergallo).
Anoche, Galal tenía enfrente a un mexicano con una experiencia notable en las grandes ligas de los pesos pequeños. Francisco «Chihuas» Rodríguez (40-6-1; 27 KO). La única vez en que ha sido noqueado fue con un tal Román Chocolatito González, ¿Os suena?
Sin embargo, Galal venía con todo el favoritismo del mundo, su victoria ante Sunny Edwards le había posicionado a las puertas de la disputa del título mundial del WBC en el peso mosca.
Oro olímpico, invicto en nueve combates profesionales. Todo listo y preparado para que la estrella inglesa siga escalando. Aquí es donde llega la ley más antigua del boxeo. El Chihuas demostró a su rival, a la afición, a Eddie Hearn y a todos los espectadores que vieron el combate tras la pantalla, que el boxeo profesional es otro deporte. Obviamente, ser campeón olímpico es un síntoma de un nivel técnico muy alto, pero estar 12 asaltos, con vendaje duro ante gente tan experimentada en el campo profesional, es una odisea en la que pasas por mil estados de ánimo y no puedes decaer, si no quiere que te pasen por encima.
El mexicano impuso un ritmo infernal al que Yafai no supo adaptarse, recibió un castigo a ratos innecesario. Llegó a caer en el último asalto, pero pudo llegar al final de la ruta a duras penas.
No es la primera vez que ocurre. Y lo bonito del noble arte, es que estoy totalmente convencido de que volverá a pasar.
Las puntuaciones fueron 119-108, 119-108 y 118-109 para adquirir la victoria y el WBC interino del peso mosca.