El pasado 4 de mayo, Rafael «El divino» Espinoza defendía con rotundo éxito su campeonato mundial (WBO) del peso pluma, en una velada celebrada en el T-Mobile Arena de Las Vegas.
Edward Vázquez fue su rival, el cual, acabó muy lastimado tras los siete asaltos que pudo aguantar ante el campeón mexicano. Es aquí, donde quiero remarcar la clase de personas que abundan en nuestro deporte y de las que se habla poco, porque dichas acciones no tienen tanta repercusión. Rafael Espinoza, al acabar el combate, visitó el vestuario de su rival, mostrándose muy compungido y afectado, con lágrimas en los ojos y pidiéndole perdón por el daño causado.
Este deporte derrocha coraje, lucha, agresividad, ganas de ser mejor, pero también hay una empatía tremenda. Nadie mejor que un boxeador puede comprender a su rival. La dureza de esta disciplina, tanto antes, durante o después de los combates. Tu rival sabe lo mucho que sufriste por llegar ahí, y lo sabe porque, precisamente él, también ha pasado por ello y sigue haciéndolo.

Rafael Espinoza quiere ser el mejor boxeador del mundo, como tantos otros, lo que no impide, que al acabar todo, no desees la mayor salud posible para tu oponente. Hay casos en los que se genera una amistad muy fuerte después de compartir el mismo ring; es entendible, por lo que he explicado unas líneas atrás. Tu rival es tu espejo. Ambos saben el trabajo que hay detrás. Por mucho que tú los veas lanzarse golpes y pienses que se tienen que odiar, nada más lejos de la realidad.
Noble arte.