Voló la toalla. Dave Allen no quiso celebrar mientras su amigo estaba tumbado boca abajo en la lona. Ojos en la nada mientras el silencio sepulcral invadía la sala. Notable contrariedad en Eddie Hearn. El toro de Romford es un púgil que han sabido vender y él mismo ha buscado su sitio en el peso pesado británico. Anoche se derrumbaron esas ilusiones en un quinto asalto fatal para Fisher.
Unos primeros compases con un respeto exagerado. Allen reservaba cada bocanada de oxígeno posible, su lucha era ante él mismo. No malgastó ni un movimiento. En el antes mencionado quinto episodio, el «White Rhino» decidió subir el ritmo para comprobar el aguante de un temeroso Fisher.
No tuvo respuesta, no supo salir del túnel de los horrores. Cada golpe nítido encajado daba la sensación de que no quería estar en ese momento en el Copper Box Arena, no era el daño físico. Le comió la moral en el primer combate y lo sentenció en el segundo.
Las apuestas, el juego, la depresión, todo ello casi acaba con Dave Allen. Consiguió salir de todo eso. El mayor premio para él no es ganar un combate por KO. Su mayor satisfacción está en su carácter y determinación. Allen demostró una enorme paz mental en todo el pleito. Espejo al que mirar por los jóvenes que posean las ganas de triunfar en cualquier ámbito de la vida.
También le deseo lo mejor a Johnny Fisher. Si la vida es un constante aprendizaje, el boxeo es el golpe que te despierta.