Cuatro meses son los que han pasado desde la primera vez. Anoche, Dmitry Bivol se volvió a encerrar en un cuadrilátero con Artur Beterbiev.
Misma mirada, misma determinación, ambos lucían concentrados en la tarea a realizar en los siguientes minutos. Bivol con un jab penetrante y continuo, sacudía la nariz y el pómulo de la bestia rusa. No se puede negar el parecido de un combate con el anterior, sobre todo los primeros compases.
Un tipo como Sergio Maravilla Martínez dijo en un reportaje, «El boxeo no empezó siendo deporte, pero se convirtió en deporte, para después convertirse en arte«, esas palabras no vienen de una poesía barata, ni de un intento de dar épica a algo que no lo tiene, esa expresión tiene su sentido y su razón de ser. Dmitry Bivol representa a la perfección ese arte deportivo, es una coreografía mil veces practicada, con la salvedad de que el ritmo lo puedes marcar tú o te pueden obligar a llevar un ritmo que no es el tuyo, de ahí nace el arte, de lo incómodo, de lo inesperado.
Si, son movimientos muy entrenados para cada tipo de situación, es un robot ejecutando según toque cada acción, pero lo que eleva a arte el boxeo, es la velocidad con la que tienes que responder a esos cambios constantes e inesperados que tienen lugar en un combate.
El dolor es clave en todo ello, Bivol siente dolor, Beterbiev también lo siente, son humanos intentando colocarte su nudillo en tu cara o en tu torso. También siente dolor un cantautor componiendo, al igual que un escritor o pintor, y si no lo sienten, probablemente es que no les salga del alma la obra que están haciendo. Cuando del dolor haces arte, el público enseguida lo capta, se ve a leguas de distancia.
Del golpe a las costillas viene un paso lateral, una finta y un recto de izquierda a la cara, como si de un bailarín ejecutando su doble giro en el aire para caer sobre sus doloridas piernas se tratara. Dolor y a seguir.
Doce asaltos de tres minutos intentando disimular el sufrimiento y dando lo mejor que tienes dentro para doblegar al oponente que tienes a centímetros de ti. La parte deportiva no opaca a la artística, aunque una vez acaba el pleito, los jueces si pueden despertarnos del éxtasis.
Bivol dominó más asaltos que Beterbiev, al que vi algo peor que en el primer combate, sobre todo de físico, no pudo imponer su ritmo y Bivol se aprovechó de ello.
El árbitro levantó la mano de Dmitry Bivol, tras doce asaltos muy intensos. Artur sonreía contrariado, pero creo que consciente de que esta vez había perdido. Una decisión mayoritaria rara, pero que corona a Bivol, como el mejor peso semipesado del mundo (115-113, 116-112, 114-114).
En los combates previos, Callum Smith y Joshua Buatsi protagonizaron el mejor combate de la noche. Una guerra sin tregua y con un gusto técnico exquisito. Smith venció al invicto, Buatsi, a los puntos. Se notó la mayor experiencia y la variedad boxistica. Buatsi no se dió por vencido, aunque estuvo cerca de ser noqueado, varias veces.
Shakur Stevenson venció con comodidad, en nueve asaltos a Josh Padley.
Carlos Adames retuvo su título del mundo WBC, del peso medio, ante un decepcionante Hamza Sheeraz, que se vio superado y no supo descifrar los hábiles movimientos del dominicano, aun así, los jueces vieron un combate nulo. Ellos sí que matan el arte.
Agit Kabayel sigue su idilio con la victoria, a través de cambiarles el hígado de sitio a todos sus rivales, esta vez, el dañado fue Zhilei Zhang, que tampoco supo quitarse ese castigo al cuerpo, en ningún momento y tan solo aguanto seis asaltos.
Joseph Parker venció a Martín Bakole en dos asaltos, con un golpe de refilón, pero que le quitó el equilibrio al congoleño, que no pudo continuar.
Madrimov y Vergil Ortiz Jr prometían ser uno de los combates de la noche, pero Vergil no dejó respirar ni un instante a Madrimov, el uzbeko se movía continuamente, pero no lograba quitarse de encima al texano, solo en los últimos asaltos se lanzó a buscar el combate, con el gran riesgo que conllevaba. Decisión unánime para Vergil Ortiz.
Turki Alalshikh está montando los mayores eventos de boxeo en este siglo, eso es un hecho.